La autoestima. ¿Qué la convierte en algo tan importante?
- Ana Rosa
- 20 abr 2021
- 8 Min. de lectura

Todos hemos oído hablar de ella, igual la hemos mencionado alguna vez, casi siempre para decir que la tenemos por los suelos cuando nos probamos modelitos delante del espejo y sentimos que nada nos sienta bien o cuando hablamos de la relación amorosa de alguien y analizamos que la pareja es desigual porque nuestro/a amigo/a se merece mucho más de lo que le aporta la otra persona. Pero, ¿sabemos definir bien qué es la autoestima? ¿entendemos cuán importante es? ¿conocemos de qué se compone? y tú, ¿sabrías cómo desarrollar tu autoestima?
En esta publicación encontrarás las respuestas a esto y mucho más.
¿Conoces bien el término "autoestima"? ¿sabes cómo es la tuya?
Podríamos empezar esta sección enseñando un test que nos mida meridianamente decente cómo nos sentimos en este momento con nosotros mismos y, si tu respuesta a cómo te sientes contigo mismo/a es "bien" te saldrá alta y si es "mal" te saldrá baja y habríamos terminado el post. Pero estamos aquí para conocer de verdad el término y, por qué no, conocer un poquito más sobre nosotros mismos.
Comencemos con la definición clásica de autoestima:
La autoestima es el conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamientos dirigidos hacia uno mismo, hacia nuestra manera de ser, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter.
Vamos a analizar qué significa esta definición:

Como se ve en la infografía, la autoestima es una autoevaluación de numerosas variables relacionadas con uno mismo.
Sin embargo, esta evaluación no es justa.
Y esto es así porque nuestra percepción es sesgada, no es fiel a la realidad si no que está distorsionada por nuestra apreciación particular, depende de unos sesgos.
Estos sesgos funcionan como si a una fotografía (antes de publicarla en Facebook, por ejemplo), le pasáramos ciertos filtros y retoques. Y, cuidado, estos filtros no siempre son buenos. De hecho, al contrario que en las redes sociales, en la realidad somos expertos en ponernos más feos de lo que somos. ¿Por qué nos tratamos así?
Lo cierto es que son mecanismos automáticos, no somos conscientes la mayoría del tiempo de las distorsiones que estamos practicándole a nuestra fotografía. Pero existen ciertos factores que, conociéndolos, nos pueden ayudar a que los tengamos presentes antes de analizar la imagen que tenemos de nosotros mismos:
Nuestro estado emocional. El estado emocional en el que nos encontramos en un día particular, o una temporada, ya sea por un suceso vivido o por un desorden hormonal, provoca una distorsión en la imagen de nosotros mismos.
Simplificando, si estamos felices, veremos atributos mejores en nosotros mismos que un día medio, y si estamos tristes tenderemos a pensar que somos un desastre en todos los aspectos. Lo que es curioso es que también funciona al revés, la autoestima alta hará que valores más tus cualidades y la baja magnifica tus defectos lo que se convierte en estados emocionales que se retroalimentan, como una pescadilla que se muerde la cola.
Otro día, si os parece, hablamos de cómo nos influyen ciertas situaciones cotidianas, experiencias e incluso alimentos a nuestro estado emocional.
La autocrítica. En Psicología siempre diferenciamos entre dos tipos de autocrítica, una es saludable, normativa y nos ayuda a sacar lo mejor de nosotros mismos, la otra es autodestructiva y tenemos que intentar evitarla y aprender a diferenciarla (para, ahora que no me oye, no tenerla mucho en cuenta).
Esta última autocrítica, llamémosla destructiva, puede generarse debido a una personalidad más crítica o perfeccionista, pero también porque el ser humano es un animal social y como tal, estamos en continua relación con otras personas y nos gusta compararnos con ellas. Somos así. También, es un hecho de todo ser humano, el querer que los demás vean lo mejor de nosotros mismos y eso hace que la continua comparativa muchas veces llegue a querer la superación.
"nuestra percepción es sesgada, no es fiel a la realidad si no que está distorsionada por nuestra apreciación particular, depende de unos sesgos"
Si queremos que esta autocrítica sea lo más realista posible para que nos sea útil, debe ser objetiva, no centrarse en comparaciones si no en la visión más realista posible de nosotros mismos.
los sesgos atribucionales. Estos sesgos, que hemos simplificado antes a "filtros" son atajos mentales que todos tomamos para intentar descifrar el mundo de una manera rápida.
Un pensamiento puramente racional, alejado de prejuicios y puntos de vista subjetivos, requiere que se reúnan dos condiciones: la primera, que contemos con información suficiente y veraz; la segunda, que poseamos recursos ilimitados de procesamiento de información para calcular en todo momento si lo que estamos pensando, pero también, lo que sentimos, decimos o cómo actuamos se debe a esa información veraz. Mucho trabajo para nuestro cerebro ¿no? Como vemos, en el paradigma social es del todo imposible estar seguros de que nuestro propio cerebro no nos engaña. Y el único antídoto es conocer la mayor cantidad posible de sus trampas para, como decíamos antes, intentar descifrar cómo es nuestra foto sin esos filtros.
Vamos a poner a continuación unos cuantos ejemplos de estos sesgos, los que más tienen que ver con la percepción del yo, pero hay muchos más, si queréis que hable de esto en otro post, no dudéis en pedírmelo.
El punto de referencia y el efecto contraste:
Como decíamos antes, nos comparamos continuamente, pero si contásemos con multitud de ejemplos a nuestra disposición, esto no sería tan grave, ya que podríamos realizar una comparación lo más aproximada de la realidad posible y, como resultado, obtendríamos una visión realista de cómo somos. Sin embargo, lo que nos suele ocurrir es que carecemos de esa diversidad de ejemplos a nuestro alrededor, por lo que nos comparamos con una persona o dos y la comparación puede ser ilusoria.
A mi me gusta llamarlo "efecto Gulliver" por la novela de Jonathan Swift, pero ya se apropiaron del término en economía a si que, pongamos un ejemplo para entenderlo mejor:
De este sesgo se aprovechan en multitud de estrategias comerciales a si que vamos a tratar de vernos como un producto. Imaginemos que tienen que comprarnos por lo saludables y atractivos que les parezcamos a los consumidores, pues bien, para que a mi, una persona con ligero sobre peso, que come bien 5 días de la semana pero el resto del tiempo come comida basura, bebe esporádicamente y no fuma.
Será mejor si en el escaparate lo que mostramos a los posibles compradores sean ejemplos de personas con peor salud y, visiblemente, más desmejorados. Si, por el contrario, lo que ponemos en el escaparate son personas más atléticas, que se alimentan mejor, no beben ni fuman y se arreglan, será muy difícil que me compren.
Como decíamos antes, si en el escaparate existieran todos los ejemplos que pueden existir desde personas con hábitos muy poco sanos hasta las más saludables, tendríamos una buena muestra con la que compararnos.
Hablaremos en otro post de cómo se relaciona este sesgo con la imagen que se proyecta en tv o en las revistas y la distorsión que supone a nuestra imagen corporal.
El heurístico de disponibilidad:
Este atajo mental supone que tendemos a ver cómo mas probables aquellas cosas más fáciles de pensar, las que están más disponibles en nuestra mente porque ya las hemos pensado. El problema de este atajo es que no siempre lo más disponible es lo más representativo. El ejemplo clásico para entender este sesgo es cómo respondemos normalmente a la pregunta ¿de qué crees que muere más gente, por ataque de tiburones o por la caída de una pieza de un avión desde el cielo? si eres como la mayoría de la gente, seguramente habrás contestado que por ataque de tiburón y si es así, te habrías equivocado. ¿Por qué entonces parecemos tan seguros en nuestra respuesta? bueno pues porque esta está más disponible en nuestra mente, gracias a que los medios de comunicación se hacen eco de este tipo de accidentes o por las películas un ataque de tiburón nos parece menos descabellado.
¿Qué tiene que ver esto con nuestra autoestima? Pues que, cuando pensamos en nosotros, también tendemos a ver de manera más sencilla aquellas aptitudes, atributos o defectos que oímos, vemos o de los que hablamos más y, por lo tanto, también tendemos a equivocarnos al pensar que pueden ser más importantes que otras partes de nosotros mismos. De manera que si tropiezas una vez al año pero, cada vez, te dices "qué torpe soy", y tu primo, que se tropieza cada vez que sale, ni se molesta en tenerlo en cuenta, a la hora de describiros, tú señalaras tu torpeza antes que él.
La inferencia correspondiente:
Relacionado con el anterior, tendemos a definir como rasgo o atributo el comportamiento único o la conducta en un momento dado (sobre todo la negativa). El refranero español ya dice "Por un perro que maté, mata-perros me llamaron" pues por culpa de este heurístico un comportamiento único puede derivar en una atribución personal, como en el ejemplo anterior, tropezarse puede desembocar en un "qué torpe soy" y no en un "debería tener más cuidado" o "he tenido un despiste".
Los sesgos del yo: el pensamiento egocéntrico y el sesgo del propio interés
Estos dos sesgos tienen que ver con la manera en la que valoramos el yo frente a los demás. El primero, el pensamiento egocéntrico, tiende a pensar que sus propias características son más importantes para los demás de lo que son en realidad. Es decir, pensamos que el resto de personas son tan críticas con nosotros mismos como lo somos nosotros, que ven cada fallo y están atentos a cualquier acierto para aplaudirte. Siempre que pienses esto acuérdate de que la otra persona también es un ser humano, y estará más preocupado de lo que pienses tú de él/ella que de lo que piensa de ti, ya que también cae en el pensamiento egocéntrico.
El segundo, el sesgo del propio interés, se produce por querer ser ante los demás siempre nuestra mejor versión. Es el atajo que toma el estudiante que "aprueba" pero que el profesor siempre "le suspende" y nunca pasa al revés; o los hinchas de ese equipo tan importante que siempre que ganan es porque son los mejores pero que si pierden es culpa del árbitro. Tendemos a dar explicaciones internas a nuestros mejores atributos y explicaciones externas a los defectos.
"en el paradigma social es del todo imposible estar seguros de que nuestro propio cerebro no nos engaña"
Autoestima alta VS Autoestima baja
Una vez llegados a este punto, nos queda claro que la autoevaluación no es sencilla y, por tanto, tener un autoestima a prueba de sentimientos, de valoraciones externas y de sesgos es todo un trabajo. En las siguientes líneas os voy a contar por qué merece la pena, para acabar explicando cómo tiene que realizarse el proceso para desarrollar un autoestima alta. Si pensabais que esto iba a ser un blog de "7 pasos para", os equivocabais, porque ese tipo de "tácticas" no funcionan si no tienes un autoestima ya fuerte.
¿Qué les diferencia a las personas con una alta autoestima?


Si en este combate te suenan familiares las apreciaciones de la columna derecha no dejes de leer porque a continuación está la clave de todo.
Los componentes de la autoestima:
Después de toda la reflexión anterior, no tiene que ser difícil de creer que uno de los componentes más importante de la autoestima es el autoconcepto. Es decir, el juicio que hacemos de nosotros mismos. Y este, cuánto más real y alejado de sesgos y prejuicios sea muchísimo mejor. Una vez superada esta base el proceso puede definirse cómo una escalera en la que, peldaño a peldaño vas construyendo un poquito más tu autoestima.
"Si queremos que esta autocrítica sea lo más realista posible para que nos sea útil, debe ser objetiva, no centrarse en comparaciones si no en la visión más realista posible de nosotros mismos"

Sobre un autoconcepto real y válido podemos empezar a trabajar la autoaceptación, es decir, el aceptarnos tal y cómo somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos. Y una vez allí, podemos comenzar a autovalorarnos, a potenciar nuestros puntos fuertes y destacarlos sobre los más negativos.
Una vez nos hayamos valorado y querido a nosotros mismos podemos empezar a trabajar el autorrespeto, lo que implica que los demás nos valoren por quiénes somos ni más ni menos. Cuando consigamos dominar esto estaremos en un buen momento de autosuperarnos, una vez que los demás saben lo que valemos, vamos a tratar de llegar más lejos día
a día y todos lo van a ver. Para, al final, considerarnos dignos de conseguir cualquier meta que veamos al alcance.
Como puede ver el lector, esta escalera no se sube de manera fácil, es un proceso que debe ser consciente y asiduo. Y, si quieres, yo puedo acompañarte con herramientas y mucha más información, escalón tras escalón.
¡Nos vemos en el siguiente post, sobre el desarrollo del autoconcepto!
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Un abrazo y ya sabes, ¡no dejes que los filtros empañen esa bonita foto!
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