¿Cómo se crea una "burbuja nazi"? Lo de Évole y el ex-nazi
- Ana Rosa
- 19 may 2021
- 17 Min. de lectura
Actualizado: 24 may 2021
Obediencia ciega, poder y fake news

Analizamos la entrevista de Jordi Évole a David Saavedra, que se auto denomina "ex-nazi" y, como el mismo se refiere, vivió durante muchos años en una "burbuja" ideológica. Y reflexionamos sobre por qué alguien crea una burbuja similar, cómo se crean estas burbujas y si es fácil o difícil que una persona cambie radicalmente su comportamiento por entrar en una.
¿Qué queremos decir con "burbuja nazi"?
Vamos a comenzar definiendo qué puede significar estar en una "burbuja". La Real Academia de la Lengua recoge en su acepción 2 burbuja como "habitáculo hermético y aislado del exterior", en este sentido, si te encuentras dentro de una, puedes sentir que no puedes salir, que hay una barrera invisible que te lo impide.
En psicología, cuando hablamos de "crear una burbuja" nos referimos a crear un entorno, seguro y tranquilo donde la persona pueda concentrarse en cumplir un objetivo, o superar un miedo, o prepararse para un acontecimiento. Esto es lo que hacen, por ejemplo, los jugadores de fútbol antes de un partido importante cuando se concentran en unas instalaciones donde no se permiten ninguna distracción.
En sociología, existe también esta expresión en relación con los estereotipos. Cuando una persona se encuentra dentro de su burbuja y no ve más allá de lo que hay dentro, es fácil que cree prejuicios sobre lo que hay fuera, al desconocerlo. Le podría pasar a una persona rica que no conoce a ningún pobre, ni cómo viven, o a alguien que no ha visto nunca a nadie personalmente de otra raza diferente y sólo conoce lo que le han contado o ve en televisión
La burbuja de David es diferente. Efectivamente se encontraba hermético en una ideología y no permitía que nueva información, aunque fuese lógica, se la desmontara. Durante la entrevista, comenta que para "ellos" el Holocausto era el "Holo-cuento", que no se consideraban racistas porque creían que ellos defendían de verdad lo que son las razas, al señalar sus diferencias, que no se consideraban machistas, porque ellos defendían a las mujeres, ni homófobos porque defendían el orden natural. En definitiva, creo todo un argumentario de qué significaba ser nazi alejado de la concepción realista del mismo.
David vivía en una especie de realidad paralela, donde toda la información de fuera era distorsionada para ajustarse a esta realidad hasta el punto de que, cuando estalló la burbuja, no entendía quién era él, de qué se hablaba en la calle, en el telediario, sintiendo, como nos podemos imaginar, un impacto tremendo.
Romper su burbuja, significó no entender 22 años de su vida. Y aún a día de hoy, le cuesta encontrar las palabras para explicar qué significa esto. Y, por mucho que lo intente, es también muy complicado entender cómo, poco a poco, fue entrando en esa ideología hasta el punto de creer que existe todo un complot internacional e histórico para culpabilizar al nazi de lo acontecido en la Segunda Guerra Mundial. Vamos a intentar de entenderlo en las siguientes líneas.
¿Por qué se forman estas burbujas?
Una vez que hemos entendido qué supone vivir en una burbuja ideológica, cabe preguntarse por qué se crea una burbuja así. Y, relacionado con esto, si siempre que existe una ideología radical, como el nazismo, es necesario que se cree esta burbuja. ¿Podríamos exculpar entonces las atrocidades del nazismo por una especie de enajenación mental?
Esta misma pregunta se la han hecho multitud de psicólogos y sociólogos a lo largo de la historia. Porque parece increíble que alguien de tu propia especie pueda realizar atrocidades semejantes y seguir con su vida. O incluso sentirse orgulloso y con la sensación del deber cumplido.
Vamos a comenzar imaginándonos la siguiente escena:
Un chico joven, llamado Juan, está siendo hipnotizado en su casa. El hipnotizador le sitúa bajo una sugestión post-hipnótica y le dice que cuando el reloj de las 4 de la tarde, Juan (1) cogerá su paraguas, (2) se pondrá un chubasquero, (3) bajará al supermercado de la esquina, y (4) comprará 2 botellas del mejor bourbon y volverá a casa. En ese momento, despertará del trance. El reloj da la 4 y Juan se pone el chubasquero, coge el paraguas (en un día totalmente soleado), baja al supermercado y compra Bourbon (Juan no bebe) y vuelve a casa. En ese momento el hipnotizador le dice: - Hola Juan, ¿Dónde has estado? + Juan mira la bolsa que tiene en la mano con el logotipo del supermercado cercano a su casa y contesta: En el súper - ¿Y qué has comprado? + Entonces Juan mira dentro de la bolsa y dice: 2 botellas de Bourbon. - ¿Pero tú no bebes, no? + Ya pero nunca se sabe cuándo va a venir a casa una visita. -¿Y el chubasquero y el paraguas en este día tan soleado? + Me gusta ser precavido, últimamente el tiempo está muy cambiante.
Esta escena, sacada del libro "El animal social" de Elliot Aronson, nos ayuda a entender que el ser humano siempre va a intentar justificar las acciones que realiza, en esta ocasión, Juan no sabe que ha estado en trance y no quiere quedar como un tonto haciendo unas acciones que son del todo ilógicas.
Es probable que quien lea esto no crea en la hipnosis ni crea posible que alguien que sale de un trance pueda justificar cualquier acción, así que voy a contaros un experimento real:
Schachter y Singer son dos psicólogos muy famosos por estudiar la emoción humana. En uno de sus más famosos experimentos dividieron a los sujetos en dos grupos. A unos les inyectaron epinefrina (provoca adrenalina y, por tanto, excitación en el sujeto); a otros, un producto inocuo. Ambos grupos creen que se les está suministrando un complejo multivitamínico.
A una pequeña cantidad de sujetos inyectados con epinefrina se les advierte de que el medicamento puede tener algunos efectos secundarios leves como: agitación, palpitación cardíaca y temblores en las manos (efectos que son reales de la epinefrina), por lo tanto, estas personas, cuando empezaron a sentir estos síntomas, pensaron que eran normales porque ya tenían información al respecto. Sin embargo, aquellos que no habían sido informados, no encontraban explicación y tenían que buscarla en su entorno. Es aquí donde empezaba el verdadero experimento: los investigadores, introdujeron unas veces a un cómplice que fingía estar muy enfadado, y otras, a un cómplice que fingía estar eufórico. En concordancia con él, los administrados con epinefrina, que carecían de información sobre los síntomas de esta, comenzaron a sentirse y a comportarse igual que el cómplice, lo que no ocurrió con los que se les había explicado los síntomas ni con los que ni si quiera los sentían por haberles inyectado el placebo.
En conclusión, los humanos tratamos de justificar lo que sentimos y lo que hacemos, queremos darle un orden lógico a nuestra conducta. ¿Por qué os cuento esto y qué relación tiene con la burbuja? La relación se llama disonancia cognitiva.
La disonancia cognitiva es un estado de tensión que se crea en el sujeto cuando tiene dos ideas o cogniciones que son psicológicamente incompatibles. En Juan "he comprado Bourbon conscientemente, pero no bebo" en los sujetos del experimento de la epinefrina "Estoy bien, pero me tiemblan las manos" ¿Cómo reducimos la tensión o la disonancia entre ellas? tendiendo un puente, es decir, dándonos nueva información que nos ayude a que ambas cogniciones, juntas, sean lógicas, o desechando una de ellas y haciendo como que no existe. Juan se autoconvenció de que era una persona lo suficientemente previsora para comprar Bourbon sin beber o coger un paraguas en un día soleado; las personas agitadas por la epinefrina pensaron que se sentían realmente cabreados o eufóricos, y quien no es capaz de dejar de fumar dice que "le relaja" porque sabe que es perjudicial para su salud o niega no ser capaz de dejarlo.
David, en esos 22 años de burbuja, tuvo que añadir mucha información nueva, e incluso inventarla, para suplir sus disonancias cognitivas. Él mismo menciona un sesgo de información, es decir, sólo atendía a aquellas ideas que le eran compatibles e incluso, reconoce, admitía como válidas aquellas que venían de fuentes poco fiables. Todo un esfuerzo por hacer lógico y compatible ser nazi y ser una buena persona, con valores honorables y justos.
"La teoría de la disonancia cognitiva nos deja no como seres racionales sino como racionalizadores" dice Elliot Aronson, la motivación del ser humano no es tanto estar en lo cierto, por tanto, como creer que se está en lo cierto. Y esto, como os imaginaréis, tiene unas implicaciones enormes.
"El hombre es una criatura que se afana toda su vida en autoconvencerse de que su existencia no es absurda"- Albert Camus (Filósofo)
Imaginemos lo que tiene que ser invertir mucho tiempo y energía en una línea de acción y después darte cuenta de que dicha línea no es buena o correcta. Lo que nos indica la teoría de la disonancia cognitiva es que la persona que soporta una tensión tan alta tenderá a rechazar cualquier nueva información que desmonte su línea de acción.
Jones y Kohler en 1958 descubrieron en un experimento que los humanos tendemos a olvidar los argumentos que nos resultan lógicos de una postura totalmente contraria.
Charles Lord, Lee Ross y Mark Lepper en 1979 quisieron replicar el estudio con estudiantes de Stanford que estaban a favor y en contra de la pena de muerte, a ambos grupos se les entregó dos artículos ficticios con muy buenos argumentos a favor y en contra. Si partimos de que los estudiantes son seres totalmente racionales, deberían haber pensado que el tema era más complicado de lo que habían imaginado en un principio y su posición no estaría tan definida al acabar el estudio. Sin embargo, al terminar, los estudiantes estaban aún más polarizados, buscando fallos metodológicos o conceptuales en el artículo que no era de su ideario.
Visto así parece que no hay esperanza. Los individuos que tomen una línea argumentativa siempre van a pensar igual, quien tome una línea de acción va a seguirla hasta el infinito y nunca podrán romperse esas burbujas. Sin embargo, sabemos que esto no es cierto, sabemos que David ahora entiende la realidad y desmonta él mismo todo su argumentario, sabemos que podemos cambiar de opinión y que nos arrepentimos de decisiones que nos han llevado tiempo y esfuerzo. Pero también, debemos suponer que es más sencillo prevenir una burbuja que estallarla una vez estamos dentro. Para ello, vamos a conocer cómo puede crearse una, y así, evitar, en la medida de lo posible, caer en una nosotros mismos.
¿Cómo se crea una burbuja?
Habiendo analizado el por qué, vamos a pasar al cómo. En la Psicología Social tenemos varias experiencias que han propiciado la creación de una burbuja en la que la persona, sin ver el exterior ni analizar sus propias acciones o ideas con claridad, acaba cometiendo actos que de otra manera no cometería. Algunas de estas experiencias son:
Necesidad de pertenencia a un grupo social.
Muy relacionado con la situación de David, a muchos se nos vino a la cabeza viendo su entrevista el argumento de películas como American History X o La Ola. En concreto, esta última trataba de un profesor de instituto que, en medio de unas jornadas de reflexión con el objetivo de que los alumnos aprendieran el valor de la Democracia, decide explicar el autoritarismo realizando un experimento, y así, demostrarle a sus alumnos que una Dictadura puede darse en la Alemania concienciada de los 2000.

Las normas y valores rígidos que propuso el profesor, en forma de juego, llevaron a los/las alumnos/as a entender que existía una diferencia entre su pequeña clase y el resto del instituto (e incluso su ciudad), comenzaron a ampliar esas diferencias, con ropa especial, saludos especiales y observamos en la película como ese grupo crea lazos fuertes, mientras que los que no están en él se encuentran cada vez más lejos de ellos.
Podemos decir que todos los estudiantes del experimento sintieron, en mayor o menor medida, el poder de la burbuja. Vemos, de hecho, en la película cómo se rompe para todos ellos. Pero el personaje de Tim es sin duda el que llama más la atención. Para él, un chico tímido y aislado socialmente, quien no sentía cariño en casa ni fuera de ella, pertenecer a este "club" le supuso, por primera vez, tener amigos y sentirse parte de algo. Por sentirse parte de algo hay personas que harían y darían cualquier cosa y es posible que acaben con sus disonancias cognitivas únicamente con una idea puente "si no lo hago, no seré parte del grupo".
De la misma manera, acaban en una burbuja similar quiénes al entrar en una fraternidad o un club selecto en el que para ser admitido hay que pasar por pruebas duras, peligrosas o asquerosas, lo pasan mal, pero el entrar en el grupo puede ser más fuerte, incluso, que tu instinto de supervivencia y, a pesar de haberlo pasado francamente mal, eres capaz, una vez dentro, de hacérselo pasar igual de mal al que venga detrás. En tu burbuja, es lo lógico y correcto.
Obediencia
Claramente hacemos cosas que nos desagradan obedeciendo a un tercero. Incluso seríamos capaces de realizar una acción que nos suponga un golpe a nuestros valores y/o creencias refugiándonos precisamente en que nos lo exigen. Puede correr peligro tu vida, puede depender de tu acción algo que consideras más importante o, simplemente, te encuentras supeditado a las órdenes de ese tercero por rango, estatus, privilegios...
Pero ¿seríamos capaces de infligir daño a otra persona sin que existiera todo lo anterior? Podemos pensar que sí, existen al menos un 1% de individuos sádicos y desadaptados que provocan dolor sólo por el placer de hacerlo, pero el experimento de Stanley Milgram (1963) y sus posteriores réplicas, nos indica que sólo tiene que darse el escenario adecuado, y cualquiera puede entrar en una burbuja que le lleve a tomar una acción que dañe a otra persona.
En el mencionado experimento, un sujeto llegaba al laboratorio creyéndose participar en un ensayo para analizar los beneficios del castigo en la memoria. Se le presentaba a su pareja (un cómplice) y se fingía un sorteo, escogiendo entre dos papeles en los que al sujeto siempre le tocaba ser el "profesor" y al cómplice el "alumno". Después, se pedía al alumno que memorizase una lista de parejas de palabras ("cielo"-"nube"). El profesor, era conducido a una sala donde había un "generador de descargas" con 30 palancas y se le explicaba que cada palanca le emitiría a su compañero una descarga entre los 15 voltios ("Descarga ligera") y los 450v con una etiqueta debajo que ponía "XXX". A continuación, el profesor sigue al experimentador a la otra sala donde se ata al alumno a una silla eléctrica y se le explica el procedimiento: cada vez que falle la palabra relacionada, su pareja de experimento debe administrar una nueva descarga. Se les dice que las descargas son dolorosas, pero no mortales. A pesar de ello, el alumno-cómplice llega a quejarse (75v), a chillar (120v), a pedir que le saquen del experimento (150v), a gritar que no puede aguantar el dolor (180v) e incluso a fingir un desmallo.

¿Qué porcentaje de sujetos en el experimento crees que llegaron hasta la última palanca? ¿A qué voltaje crees que hubieras llegado tú a suministrar? Si eres como los 40 psiquiatras preguntados tras el experimento, habrás contestado que llegarías como mucho a los 150v (cuando el cómplice pide abandonar el experimento) y que menos del 4% llegarían a administrar una descarga que puede considerarse letal. Sin embargo, la realidad es mucho más espeluznante. Más del 60% de los participantes del experimento llegaron a administrar la última descarga.
Por lo fuerte de los resultados, el experimento de Milgram ha sido ampliamente investigado. Cambiando variables, numerosos investigadores han querido replicar el estudio en Australia, Alemania, Países Bajos, España, Francia, Suecia, Jordania...los resultados fueron similares. Reseñable es el estudio de Francia (2009) donde la hipótesis principal es que la bata de médico que portaban los investigadores de Milgram en 1963 era el motivo que hacía que los sujetos obedecieran ciegamente (lo que diga el médico hay que cumplirlo) por lo que fingieron que la prueba de memoria era un programa de televisión y, por tanto, el "investigador" que instaba a aplicar la descargas, era un presentador del programa. De los 80 sujetos, solo 16 pararon antes de administrar la última descarga.
Al contrario de la hipótesis de los investigadores, la presencia de público, una de las variables introducidas en algunos de los experimentos, aumentaba la velocidad a la que se administraban las descargas. La moraleja: hacemos tanto caso a cualquier programa de tv, como al médico.
Los resultados y reflexiones sobre este último estudio quedaron recogidos en el documental "Le Jeu de la mort". Os lo dejo porque merece la pena verlo:
¿Por qué la mayoría de los/las participantes de todos estos estudios obedecen a pesar de que creen estar haciendo algo malo? Las investigaciones demostraron que los sujetos se encontraron poco a poco metidos en el experimento. Las primeras descargas son inocuas, una vez suministradas las primeras es como si entraras en una espiral de la que es difícil salir: sientes que ya has empezado algo y debes acabarlo, te sientes comprometido con el proyecto, temes enfrentarte al investigador que está realizando las órdenes, porque ya has cumplido la orden antes y cada paso es sólo un pasito más.
Debemos también ser claros y justos con los y las participantes. Algunas variables reducían drásticamente los porcentajes. Si 2 personas participaban juntas como "profesores" llegaban a la última palanca alrededor del 10%; cuando se les pedía que se acercasen a comprobar qué tal se encontraba el cómplice, el 80% decidía parar el experimento tras contactar de manera cercana con la "victima" y los índices de obediencia caían al 25% cuando la figura de autoridad daba las órdenes por megafonía en vez de manera presencial. Todo esto indica que no podemos exculpar a una persona de cometer un delito solo porque seguía ordenes, pues el escenario, aunque posible, es limitado a unas cuantas variables y se debe analizar cada hecho de forma aislada.
Sentimiento de poder
"El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente"
¿Qué pasaría si a una persona corriente de la calle, le das de golpe poder sobre otras? ¿Se convertiría en un dictador, duro y cruel, o sería un buen líder?
Después de haber enloquecido al mundo de la Psicología social con el experimento de Milgram, Philip Zimbardo, psicólogo y colega de Milgram decidió realizar un estudio para probar hasta qué punto las disonancias cognitivas podían provocar que una persona entrase en una burbuja de realidad paralela y así demostrar la hipótesis de que las personas que cometen "locuras" no están necesariamente locas. Estamos hablando, como no podía faltar, del famoso experimento de la cárcel de Stanford.
Zimbardo realizó test de personalidad a los voluntarios de su estudio, sus estudiantes de la Universidad de Stanford (se ve que los psicólogos cogen cariño a usar como cobayas a sus propios alumnos, yo misma lo fui en más de una ocasión), para permitir solo la entrada al estudio a aquellos sujetos perfectamente "normativos", sin tendencias violentas, estables emocionalmente, sociables, amables, etc. Se quedo con 24 de los 80 posibles. Después dividió al azar al grupo entre presos y carceleros. Los propios estudiantes eligieron sus atuendos y debían diseñar las normas de una cárcel en la que vivirían durante las próximas 2 semanas en las propias instancias de la Universidad. El profesor solo puso una condición: no se podían infligir castigos físicos, por lo demás, daba vía libre a la vivencia real de los estudiantes, cada uno con su rol.

El estudio, sin embargo, tuvo que suspenderse a los 6 días. En palabras del propio Zimbardo:
"Ya no estaba claro, ni para nosotros, ni para los propios sujetos de estudio donde acababa la realidad y donde empezaban los papeles".
Se produjeron cambios abruptos no solo en sus comportamientos, también en sus pensamientos y sentimientos. Realmente sentían y pensaban como carceleros o prisioneros. La experiencia fue tan aterradora para Zimbardo, que él mismo testificó en favor de los militares de Irak por la cárcel de Abu Ghraib, pero no por exculpar a los soldados implicados, si no por denunciar que el ambiente en el ejército estadounidense había propiciado lo que después llamaría "efecto lucifer". Muchos son los sociólogos que apuntan a este efecto cuando estudian la Alemania nazi.
Personalmente, no creo en que los factores sociales te eximan de cometer un delito, pero sí considero que deben tenerse muy en cuenta a la hora de calificar, pero sobre todo para prevenir, los actos delictivos. Y, de la misma manera que un ambiente de pobreza o desigualdad económica lleva al robo, un ambiente asfixiante de normas rígidas y exceso de poder puede llevar a crear una burbuja de deshumanización en los policías, militares o, simplemente, poderosos.
Incredulidad, fake news y teorías conspiranoicas
1 de cada 3 estadounidenses piensa que el Covid-19 fue fabricado o liberado en China con algún propósito: arma, ventaja económica, experimento... también 1 de cada 3 estadounidenses cree que la OMS exagera al calificar el virus como peligroso, de estos, un 60% no quiere vacunarse por miedo a experimentos relacionados con el 5G o el autismo, entre otros (fuente). La pandemia ha dejado tantas creencias falsas como teorías conspiranoicas al respecto, y no son la únicas de las últimas décadas: el plan gubernamental detrás del atentado de las torres gemelas, la incredulidad respecto al hombre en la luna, terraplanismo, políticos extraterrestres con cabeza de lagarto...En España hay quien cree que Franco no estaba realmente enterrado en el Valle de los Caídos o que RTVE pagó porque Massiel ganara Eurovisión.
El cómo se crea una teoría conspiranoica daría para una entrada del blog particular, pero en este momento, lo que nos interesa es su relación con la creación de una realidad alternativa donde no crees más allá de tu propia ideología inventada. La base de todo ello viene de la duda.
Dudar, que es humano, lógico y necesario, nos lleva a investigar y añadir nueva información a nuestras cogniciones, lo que puede o no acabar con la duda y desembocar en la formación de una nueva idea u opinión. El problema se da cuando comienzas a dudar de todo y la realidad que conoces empieza a tambalearse careciendo, cada vez más, de sentido.
En ese momento, como ya comentamos, es humano querer acabar con esa tensión disociativa, y tender puentes que ayuden a dar sentido a esa realidad. La teoría conspiranoica puede darnos ese puente. Eso es lo que, probablemente experimenten la mayor cantidad de personas que creen en teorías disparatadas sobre la pandemia hoy en día, ya que todos estamos experimentando un momento de tensión y caos y necesitamos poner orden a toda la información que se afirma y se desmiente, una y otra vez, por culpa de la poca investigación científica y sanitaria que se tenía, hasta el momento, del nuevo virus.
Sin embargo, hay teorías e ideas que se forman sin haber experimentado una tensión similar. No creo que los terraplanistas sintieran que debían aliviar ninguna tensión acerca del mundo esférico y el universo. Los psicólogos tienen varias teorías que son, a su vez, predisposiciones a caer en creencias falsas:
Personalidad recolectora de injusticias: Estas personas son arrogantes e impulsivas y les encanta buscar algo que ellos saben y el resto no. Por eso mismo, cuando se topan con alguna nueva manera de explicar un suceso, caen, y creen que el resto está equivocado.
Personalidad de ermitaño: solitaria, nerviosa, enfadada con el mundo... las personas con este tipo de personalidad creen que siempre hay un complot para hacerles daño, no creen en nada ni nadie y cuando una teoría es muy alejada al imaginario colectivo, la aceptan porque la encuentran más lógica (se asocia bien a su enfado con el mundo, y eliminan la disonancia)
Existen trastornos de la personalidad específicamente paranoides.
La sobreinformación y los algoritmos de machine learning. Hoy en día en internet puedes encontrar cualquier tipo de información y toda ella se vende como verdadera. El encontrarnos ante tantas posibilidades sin una actitud crítica adecuada, puede hacer que no discriminemos entre información real y "fake news" o noticias falsas. Además, los algoritmos que manejan hoy en día webs como Google, YouTube, Facebook o Twitter, hacen que el contenido más comentado o compartido sea el que, a su vez, les aparezca por pantalla a más usuarios. Y es sabido, que las teorías conspiranoicas y las fake news se comparten más rápido que la información real (Podéis leer la noticia completa aquí) También hay que tener en cuenta que creernos una información ficticia o pensar que hay "poderes superiores" nos predisponen a que nos llamen la atención estas noticias, por lo que ellas mismas se retroalimentan aprovechándose de la gente desinformada.
David cuenta que él era un adolescente corriente, sacaba buenas notas, era algo solitario quizá, pasaba mucho tiempo en internet. Le interesó el tema de la Segunda Guerra Mundial, de hecho, se consideraba un "friki" de la misma. Acabó en foros donde se comparte todo tipo de contenido y a una edad muy temprana (los y las adolescentes no suelen tener formado aún completamente su pensamiento crítico). Él mismo incide en la entrevista en que mostró reticencias a creerse cosas como que el Holocausto no había existido, pero también, incide, la sociedad española está acostumbrada a hablar de lobbies, de poderes en la sombra... e incluso experimentó como un periódico mintió sobre la página web en la que él participaba ¿por qué no creer, entonces, en un complot mundial?.
David quería estar en lo cierto, sentía que había aprendido más leyendo en internet que todas las personas que sólo repetían y repetían lo que habían oído de otras, de las clases del instituto, de las películas y, en ese momento, fue vulnerable. Él mismo dice que su cerebro no encontró resistencia, fue un campo abierto donde podían sembrar lo que quisiesen. Su disonancia cognitiva, entre ser nazi y ser buena persona, le llevo a creer que el problema es que la sociedad no entendía lo que era el verdadero nazismo y, poco a poco, porque fueron años de su vida, pasó de gustarle mucho una temática, a crearse una burbuja ideológica.

Romperla no fue fácil, lleva años de terapia. Tuvo un intento de suicido, adicción al alcohol, ataques de pánico, muchas noches de insomnio... Tuvo que reconstruir su realidad, conocerse, conocer de nuevo el mundo. Jordi Évole, en la entrevista, insiste en un "click", en esa agujita que hizo que estallara la burbuja. David insiste en que no hubo ningún click, tuvo que deconstruirse. Empezar a dudar de nuevo, esta vez, de sí mismo. Lo cual es mucho más difícil.
Si os parece, otro día hablamos sobre cómo alimentar una actitud crítica. Tener un pensamiento crítico (que no incrédulo) nos ayudará a reconocer las fake news y las creencias falsas.
Espero que os haya gustado y os haya resultado interesante este post, si así es, me ayudaría muchísimo si lo compartís con otras personas que creéis pueden disfrutar del contenido. Como siempre, podéis comentar y preguntar lo que queráis y pedidme sin miedo otros temas de los que hablar.
Eso es todo por hoy,
¡Nos vemos en el siguiente!
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